Historias de verdad
“Y así fue como el diablo se hizo el malo más malo de todos y ahora está en todos los países del mundo y esa es la historia que da más terror”. Entre esta y muchas otras historias Alejandro se movía de un lado a otro del salón exponiendo en sus palabras sus miedos, sus aventuras y sus formas de ver el mundo. Me encanta escucharlo y estoy atenta a sus miraditas, a los gestos que hace al narrar y a aquellos momentos de silencio que se llenan con su cuerpo mostrando algo que no sabe cómo decir.
Me cuenta que se sintió muy aliviado cuando vio un video en internet que explicaba que los hijos de la Llorona eran de otro país y así, él se sentía a salvo porque ella no iba a venir a Colombia. Decía esto en el intermedio entre cada una de las versiones de la leyenda de la Llorona. Cuando me relató un viaje que hizo al mar con su familia, se detenía describiendome los árboles que veía por la ventana del auto, de cómo los carros tienen pito para hablar con otros carros, de cómo el mar había derrumbado sus torres de arena y me decía con seriedad que le molestaba mucho que la hora de salir de la playa fuera la que dijeran las mamás, en especial porque él había visto los números y siempre que le tocaba salir de la playa era un número diferente.
Con cada historia que narra suelo hacerle preguntas, algunas para ayudarle a ordenar su relato, otras para que pueda ampliar en sus explicaciones y otras porque de verdad me quedo entretenida y quiero saber más. Estoy haciendo preguntas sobre sus historias cuando repentinamente estira sus brazos y como anunciando una gran idea me dice: ¡ya sé! ¿Y si ahora tú me cuentas una historia? Caí en la ternura de esa carita llena de entusiasmo y con un poco de suspenso le conté que en las noches entra al colegio un gato, se pasea por los salones y luego se mete a la huerta y daña las plantas. Y le dije en voz baja como susurrando un secreto: lo sabemos porque en las mañanas cuando llegamos al colegio, muy temprano, vemos la huerta toda desbaratada por ese gato y por eso tocó cubrir las plantas.
Alejandro está fascinado escuchando, sosteniendo en su mirada todas mis palabras y de repente, cuando terminé de contar lo del gato me dice: “ay no profe, no me cuentes historias de mentiras como las otras profes, cuentame sólo historias de verdad”. Lo ví un poco sorprendida, interrogada por las -que considera- historias de mentira y admirada de sus peticiones. Entonces le digo: Alejandro, esta es una historia de verdad, si quieres, puedes ir a confirmar lo que te digo. Perspicaz como es él me dice que va a preguntarle a la señora vigilante porque ella es la que cuida el colegio por las noches.
Mi escritora favorita, viví cada relato tuyo, lo imagino y lo gozo
ResponderBorrarEscuchar a los niños, que bonito lo que cuentas
ResponderBorrarLa escucha de una maestra. Preciosa tu labor.
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