Secretos

La clase era el escenario de un encuentro de exploradores, ya habíamos armado las tiendas de dormir con mesas y telas y nos disponíamos para encender la fogata, contar historias y asar malvaviscos. 

Las tres velas que hacían de fogata avivaron la imaginación y alrededor de estas emergieron muchas historias, todas con una mezcla de realidad y ficción, perritos que hablaban con niños, fantasmas de halloween que se quedaron sin dulces, superhéroes que ayudaban a las abuelas, animales haciendo travesuras y hasta historias de alimentos, como el helado que se disfrazó de payaso o unas verduras que estaban tristes porque un niño no las comió. En cuanto una historia terminaba había muchas manos levantadas moviéndose insistentes para agarrar la palabra y contar la próxima historia. Cuando los malvaviscos se acabaron también lo hicieron las historias. 

Apagamos las velas y los niños y niñas se fueron a jugar bajo las tiendas. Los ví jugando a leer cuentos y a esconderse de los animales del bosque. Al instante, mientras recogía los elementos de la fogata cuando se acerca Thiago con su reloj de explorador y apuntando con su luz me dice que él no contó ninguna historia en la fogata. Me lo dice como si hubiera querido contar una historia y no le hubiéramos dado el espacio para hacerlo, así que le propongo encender una fogata para los dos. En su rostro veo un sí, dibujado en forma de sonrisa pero luego me dice que no, que a él si le gustaría hacerlo pero que la historia que quiere contar no la puede decir porque su mamá le ha dicho que eso es un secreto y que los secretos no se pueden decir. Sin embargo, permanece a mi lado, sospecho que ese secreto está buscando una manera de salir y aún no sabe cómo.

Enciendo una de las velas y de inmediato dice: ¡profe! acuérdate que no te puedo contar lo que pasó en mi casa porque mi mamá me dijo que no le contara a nadie del colegio, tampoco a las profesoras. Le menciono que he encendido la fogata por si algún niño o niña quiere venir a contarme historias. Se levanta y recorre el lugar anunciando que he encendido una vela por si alguien quiere contar una historia secreta y advierte en cada tienda que es solo una historia porque he encendido solo una vela. 

Al regresar me cuenta que todos están durmiendo en sus tiendas y seguidamente me dice que su mamá le ha explicado que los secretos se llaman secretos porque no se le pueden decir a nadie, ni siquiera a las profesoras. No se ve asustado, ni triste, sin embargo, su cuerpo se mueve como si dentro de él revoloteaba algo que quiere salir. Me genera mucha curiosidad, sospecho que no es algo grave, pero no deja de inquietarme qué pueda ser aquello que a él tampoco lo deja tranquilo. 

Le propongo que leamos cuentos juntos y con una gran sonrisa me dice que sí y se apresura a soplar para apagar la vela, luego me dice: es que no te voy a decir la historia secreta entonces mejor apago la vela y si necesitamos luz yo tengo un reloj de explorador que tiene linterna. Le digo que me parece bien, que puede ir por el cuento mientras yo recojo las velas. 

 Al regresar se sienta a mi lado, abre el libro y empieza a narrar: esta es una historia de secretos, se detiene y  me mira con los ojos muy abiertos como sorprendido por lo que él mismo ha dicho. Se cubre la boca y luego me dice en voz baja: hagamos algo profe, te voy a decir pistas, pero no te diré el secreto porque no puedo, solo te dire pistas y tu piensas, pero sólo puedes pensar porque los secretos no se pueden decir. Acepté el reto, de hecho me hizo prometer muchas veces que no iba a hablar, solo a pensar sin decir nada. Cierra el libro y encoge un poco su cuerpo para decirme a susurros: es que ayer, entro a mi casa un algo, es un algo que tiene cola, es pequeño, es de color negro, come queso y le gusta asustar a las mamás.

Me causa mucha gracia y al verme sonreír me advierte: recuerda que no se puede decir. Luego se acomoda tranquilamente, toma el libro en sus manos, me muestra la portada y empieza a narrar: este cuento se llama Mickey visita la casa de sus amigos. 





Comentarios

  1. Ay esos secreticos!!!!, que ternura. aunque está muy mal decirle a los niños que no digan, que no cuenten. eso puede ser peligroso también.

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