Los niños de nadie
En cuanto termine de enunciar la forma, dirección y posición que exigían cada uno de los diversos retos que hacían parte del circuito de movimiento dispuesto para la clase, uno de los niños se acercó apresuradamente para pedirme que le guardara un carro de juguete mientras él hacía los retos. No tenía un bolsillo disponible así que este carro se quedó en mi mano.
Los niños y niñas están emocionados y felices transitando por el circuito, les encanta moverse y disfrutan mucho que las actividades sean retadoras, se lo toman en serio y se esfuerzan por acomodar su cuerpo, pensar, respirar, intentarlo varias veces hasta conseguir movimientos cada vez más complejos. Es enternecedor ver sus expresiones de asombro y sus ojos llenos de brillo cuando sus miradas se encuentran con la mía, es una oportunidad única en la que mi rostro les refleja su misma expresión, y mis palabras de felicitación les corrobora -a sí mismos- que han logrado realizar un movimiento que al principio se les presentaba difícil.
Estoy caminando por el lugar intentando pescar esas miraditas cuando se acerca silenciosamente Santiago. Con su mirada puesta en el carro de juguete me pregunta de forma tímida y con la voz un poco apagada si puedo prestarle el carro. Santiago es un estudiante nuevo y noto en su timidez un esfuerzo por lidiar con la novedad del cambio (colegio, maestras, compañeros) y entiendo que solicitar un objeto es una manera de hacerse a un lugar. Le comento que el carro es de otro niño, pero que podría prestarle uno de mis juguetes. Lo acerco a la caja que dispongo con juguetes y diversos objetos y le digo que puede escoger uno de allí. Emocionado se interesa por un carrito de plástico que está un poco desbaratado y al tomarlo en sus manos me mira y dice: ¡azul! Mi color favorito. Como no lo conozco me genera mucha curiosidad así que lo observo durante la clase y me doy cuenta que recolecta objetos pequeños que a veces se caen cuando su mano entra y sale del bolsillo y debe detenerse para recogerlos. Atesora pedacitos de plastilina, lentejuelas, trocitos de papel y tapas, como si fuera un aventurero y estos objetos pudieran ser útiles en cualquier momento.
Cuando intenté saber más acerca de Santiago su docente titular me comentó lo que había visto en él, que era cariñoso, inquieto, muy curioso y le encantaba narrar historias largas con finales felices. Me dijo además, que Santiago se encuentra en un proceso llamado “restitución de derechos” y este procedimiento de protección impide que el colegio pueda saber más acerca del niño, excepto que le fue retirada la custodia a sus padres, que vive en una fundación que alberga a niños en esta misma situación, que no hay una persona específica con la que se pueda conversar sobre él y que -al parecer- no se puede hablar sobre el niño por esa situación que le acontece. Esto se experimenta como si saber y hablar de él fuera riesgoso o peligroso. Un niño que ha sido despojado de todo (familia, derechos, etc.) incluso de la posibilidad de ser nombrado extiende con detalles sus narraciones como un intento por poner su voz para llenar desesperadamente un silencio.
Es una situación muy triste y es lamentable además, que no le suceda únicamente a él. A lo largo de este año escolar varios niños y niñas han pasado por esta situación, no exactamente igual por supuesto, pero sostienen algo en común: la premisa de que no se puede hablar de los niños que se encuentran en proceso de restitución de derechos. Algunas veces estos niños vienen de transitar de un lugar a otro, por lo que se puede advertir que estarán muy poco tiempo en el colegio, como un niño que a sus cuatro años ya había estado en tres hogares de paso, cuatro colegios diferentes y cuando por fin logra hacer vínculo con sus compañeros y maestras, empieza a sentirse más tranquilo y confiado, repentinamente es retirado porque ahora vivirá en otro hogar de paso, en otra localidad y requiere de otra institución educativa; duró apenas dos meses en el colegio. O una niña que después de vivir un suceso traumático en su familia, la separan de sus padres y la dejan al cuidado temporal de una familiar quien la matrícula en el colegio y se esfuerza para que la niña se sienta bien, porque sabe que a sus cuatro años de vida ha tenido que fijar en su memoria un recuerdo aterrador. La niña que disfruta de asistir al colegio y tener amigas, cuidar a los más pequeños, jugar con los libros y contar historias, inesperadamente deja de asistir, su maestra titular se entera que su madre ha reclamado la custodia y el procedimiento la lleva a ser puesta en un hogar comunitario, sola, en una zona de tolerancia, en otra localidad y en otra casa, lugar donde ella dejó de hablar.
He tenido de cerca varios niños y niñas en esta situación particular y sus historias sobrepasan la realidad, muchas veces no hay manera de imaginar lo que han vivido, como si sus vidas tuvieran que ubicarse del lado del realismo mágico para poder ser vividas, como pedazos rotos de una historia que no tiene quien la ayude a hilar, datos sueltos, sin precisión porque no se puede hablar de ellos por su protección.
Ser nombrado y hablado por los otros es importantísimo para el desarrollo integral de un niño, de hecho buscan que se hable de ellos, preguntan, narran, cantan, juegan y hasta son inquietos como una suerte de estrategia para que los otros digan algo, así sea que digan que son cansones, pero que digan, en ese decir se pone en juego su existencia misma. Lo que se hable sobre ellos ayudará en la construcción de su yo, pero decir es hacer lugar para que pueda existir un sujeto, así los primeros lugares son personas, las mismas con quien se establecen vínculos de afecto. Ese silencio que se esparce sobre ellos resulta ensombrecedor. Si bien se les han vulnerado sus derechos y están en una condición de alta fragilidad, lo más estable que tienen es el colegio y no se puede saber tranquilamente acerca de ellos, no se puede hablar de ellos, porque están bajo protección de derechos, y es como si esta advertencia fuera una especie de letrero en el que literalmente se protege al derecho y no al niño o niña que adviene como sujeto, parecen objetos de garantia (se mueven de un lugar a otro hasta que den con un lugar que los tenga o los quiera tener) y no tanto sujetos de derecho, entre otras cosas porque ser sujeto exige ser reconocido en su singularidad y en las condiciones específicas que van afectando su vida.
Ese tiempo que pasan en el colegio en donde comparten con amigos, juegan, se divierten, se hacen a una identidad, van encontrando un lugar en el mundo y en donde pueden habitar su propia niñez, muchas veces se ve arrebatado por un procedimiento protocolario. Esto es, no se evalúa qué es mejor para cada niño y niña haciendo zoom en cada una de sus vidas, sino que impera un procedimiento que es igual para todos, y que si bien para algunos puede funcionar, para los que no, se convierte en ser los niños de nadie, dejando con esa ausencia la angustia.
Un día Santiago llegó a la clase con un dibujo de sonic que él mismo había coloreado y recortado en un lugar distinto al colegio. Cargo ese trozo de papel durante toda la clase, dió volteretas, saltó, corrió, pasó dos horas con esa hoja en su mano, como si esa hoja que recortó para él y en la que puso su color favorito dejara al descubierto su necesidad de escritura, una escritura sobre él, de que alguien escriba en su mirada, en su piel, en su memoria o en su vida. Conmovida por esa hoja, un día compré un pequeño muñeco de sonic y lo deposité en la caja de juguetes sin que lo notara. Previo a esta clase suelo poner en esa caja diversos objetos no solo para Santiago sino también para otros niños. He puesto allí tubos u objetos agujereados (para Joaquin un estudiante con autismo), herramientas de plástico (para Alejandro que disfruta arreglarlo todo), pequeñas cajas de cartón (para Isabella que construye edificios y ciudades con estas) y muchos otros objetos.
Cuando los niños y niñas terminaron de realizar los retos del circuito de movimiento me pidieron jugar con los juguetes y las colchonetas. Le dije a Santiago que me ayudara a regar los juguetes en el piso. En cuanto vio el pequeño muñeco de sonic se le iluminaron los ojos, se abalanzó sobre él, lo tomó en sus manos y salió corriendo a mostrárselo a los demás. No lo presto, pero hizo que los otros niños se sintieran interesados, no sé muy bien si el interés estaba relacionado con que fuera sonic (un personaje de moda) o con la vitalidad y el semblante que podía verse en Santiago al jugar con este juguete. Sospeché que podría generar inconvenientes si lo sacaba del colegio, así que le sugerí que eligiéramos un lugar especial para guardarlo, así cada vez que él estuviera en clase y quisiera tener el juguete podría tomarlo.
Desde hace un largo tiempo ese juguete de sonic sigue puesto en el mismo lugar esperando por Santiago.
😢😢😢 Dios mío, me conmoviste el corazón con esta historia, es triste saber que muchos niños pasan por estas situaciones que sin duda marcan su vida para siempre .
ResponderBorrarLos juguetes de nadie,
ResponderBorrarSilenciosos esperan.
Son refugiados de un juego bélico,
A veces romántico.
Van al espacio
Son gladiadores
Viajan a velocidades más allá del destino.
Los juguetes de nadie
Son la fantasía de todos
Pequeños objetos
Que van de mano en mano, bajo la mirada de todos, lejos del abrazo de alguien.
Los juguetes de nadie
Llevan una lista de cuidadores
Llevan una carta de presentación
Llevan en sus bolsillos recuerdos de que alguna vez fueron.
Seguirán alentado sonrisas, serán el lugar donde todos depositan una mirada, una mueca, un murmullo, una caridad, un pesar.
Los juguetes de nadie esperan silenciosos, en una caja por alguien.
woooow ¡qué poema! 🤩
BorrarNo, esto es muy duro, osea no solo van de casa en casa sino también de colegio en colegio. Estoy muy tocada con este relato
ResponderBorrarCompañera sé lo que es sentir eso, tuve una niña en una situación así y es muy desgarrador y frustrante. Yo casi que queria adoptar a la niña para que no sufriera todo lo que le toca sufrir.
ResponderBorrar😔
BorrarCuantos juguetes más estaran esperando por sus niños. Dios mio esto me ha conmovido mucho.
ResponderBorrarLindo.
ResponderBorrarProfe gracias 🫂
ResponderBorrarTantos elementos esperando por los niños ... Cuántas profes esperando a sus estudiantes 😔
ResponderBorrarVaya! Cuando se presentan situaciones de vulneración de derechos, es estremecedor y muy conmovedor. He tenido que atender casos que hacen tambalear mi corazón, aún me pregunto cómo he podido resistir viendo sus rostros, ya sea por abandono, negligencia, violencia sexual, maltrato, y despues de esto, viene este proceso de restitución de derechos.
ResponderBorrarAsí que los niños, niñas y adolescentes después de pasar por todo esto se convierten en
tremendos resilientes de la vida.