Extender la contingencia

Si bien en la escuela los días son todos diferentes, hay unos días -la mayoría- que parecen seguir el curso de la rutina, mientras hay otros en que algún suceso rompe con lo acostumbrado alterando el orden o haciendo aflorar otras emociones. 

 

Este parecía ser un día fiel a la rutina. Los niños y niñas sentados y concentrados en sus tareas. Los sonidos propios del aula de clase: tarareos, conversaciones en voz baja, canciones, el movimiento de los colores sobre el papel y de vez en cuando pasos. Cada quien estaba haciendo su propia tarea, elaboraban dibujos que representaban a sus compañeros. Excepto uno de los niños. Matías es un estudiante con diagnóstico de autismo y pese a que disfruta realizar tareas las de representación no son de su agrado, por lo que estaba dando vueltas por todo el salón, caminaba mientras arrojaba una plastilina al techo y al caer la recogía, recorría el lugar y la volvía a lanzar. Ocasionalmente pasaba por mi lado, me veía y seguía en su juego. 


Mientras iban realizando sus dibujos los niños demandaban mi presencia, por lo que seguidamente escuchaba: ¡profe mira cómo me está quedando! ¡profe, se me partió la punta! ¡profe, necesito el color rosa! ¡profe, te quiero contar a quien estoy dibujando! ¡profe, necesito ir al baño! 


En uno de estos llamados, estoy ayudándole a un niño a sacar punta a sus colores y en ese instante se acerca Matías, se para a mi lado y con su mirada puesta en la plastilina de pronto dice: ¡profe, profe! Me invadió la sorpresa y de solo pensar que me había hablado fue emergiendo una emoción de ternura. Quise abrazarlo y al primer atisbo de movimiento Matías retornó a su caminata mientras arrojaba la plastilina hacía el techo y esta vez decía al aire una y otra vez ¡profe, profe!


Por un instante quedé atrapada en la sorpresa. Alcancé a imaginar que era posible que me reconociera como su maestra, que había identificado cuál era su relación conmigo. Pero luego pensé que solo lo había hecho como efecto de la imitación, como repitiendo lo que había escuchado de sus compañeros. Entonces, me cuestionaba si tenía o no lugar la sorpresa. Y a la vez el propio Matías parecía estar cuestionándose lo mismo, seguía en su repetición y ocasionalmente me lanzaba miradas como buscando algo, quizá una respuesta. Después del recreo abandono esa palabra y no ha vuelto a decirla. 


Matías tiene 5 años y aunque no sostiene una conversación verbal sigue las instrucciones de las clases y realiza las actividades igual que sus compañeros. Descubrí que le abruma cuando se le explica personalmente, lo pone incómodo que se le hable mirándolo solo a él  y busca la manera de escabullirse de estos momentos, mientras que al dar las explicaciones o las instrucciones de forma general, parece sentirse más cómodo y así mismo participa de las clases casi como imitando a sus compañeros. Se le dificultan las actividades que requieren trabajar en equipo, sin embargo cuando son actividades que impliquen movimiento o desplazamiento participa siguiendo a sus compañeros. 


Si bien habla constantemente, lo hace repitiendo palabras o frases que escucha en el colegio o en su casa y puede repetirlas durante toda la jornada. Cuando requiere algo busca la manera de hacerse entender, bien sea que tome la mano de las maestras y las acerque hasta aquello que quiere, o a veces él solo busca lo que necesita. Por ejemplo, disfruta jugar con la plastilina y se acerca él solo al lugar donde están almacenadas y así mismo, la vuelve a guardar cuando deja de jugar con ella. 


Encuentro que está muy atento al lenguaje corporal de los otros y así mismo su cuerpo parece estar repleto de palabras, cuando algo le incomoda demasiado grita, cuando algo le desagrada sostiene la mirada mientras hace gestos, se ríe a carcajadas, salta de felicidad y propone juegos con su cuerpo. Si bien disfruta jugar en el parque que está afuera de su salón entiende que hay un límite para ello, pero disfruta jugar a escaparse. Para proponerme jugar se queda dando vueltas cerca de la puerta del salón, esperando ser visto, él está atento a mis movimientos y cuando me tardo en observarlo, pasa cerca, me roza en su movimiento y camina hacía la puerta. Justo cuando lo observo  abre rápidamente la puerta y sale corriendo en dirección al parque, mientras corre se ríe a carcajadas y va girando su cabeza hacía atrás como comprobando que está siendo perseguido.  Al llegar al parque retorna hacía el salón y una vez dentro cierra la puerta con pasador, cuando no logra que la puerta se ajuste, me toma de la mano para que yo lo haga. Disfruta este juego y no lo hace todo el tiempo, lo hace cuando sabe que puede ser perseguido, es decir, mientras están en clase no intenta este juego, pero una vez acaban de realizar las tareas o la actividad ha finalizado propone su juego. Y parece tener sentido para él si es visto y perseguido, pues no sale mientras no sea visto y si sale y no es perseguido se queda sentado en el parque sin buscar retornar. 


Cuando está tenso o estresado le agrada que le acaricie la espalda haciendo movimientos con los dedos como si fuera una araña (siente fascinación por ellas), cuando se siente demasiado incómodo se me acerca toma mi mano, extiende mis dedos y se acurruca sobre el piso dejando libre su espalda para ser acariciada. Le agrada este contacto con los dedos tanto así que cuando ya se siente relajado se acuesta sobre el piso para repentinamente levantarse y caminar tranquilamente hacía su puesto. 


Muchas de estas cosas que ahora sé de él las descubrí –un poco– en la observación cotidiana y –un poco– como efecto de alguna contingencia, en esas situaciones que rompieron la rutina de Matías y en las que una posible forma de atender lo contingente se instaura como nuevo. Es como si en este orden cotidiano que se quiebra algo desaparece y al mismo tiempo algo nuevo emerge para hacerse cotidiano, casi como si Matías lo necesitara, y en esa necesidad se arriesga a dar el salto que desata la contingencia. 


El día que me dijo ¡profe, profe! quedé tan atrapada en la explicación de la sorpresa que no le hice lugar a lo contingente de la situación y sin lugar no hay forma de que algo pueda quedarse. Así que intente estar más atenta para hacer lugar y así empezaron a surgir nuevas cosas, cada vez más frecuentes. Como el día en que jugaba con una plastilina de color rojo, la apretaba con sus manos y luego la lanzaba a la ventana. De repente al lanzarla dijo: ¡rojo!, me acerqué con otra plastilina del mismo color y mientras se la mostraba le decía; si, rojo, este color es rojo. Me miraba sin hacer gestos y luego siguió jugando a lanzar la plastilina y gritar: rojo. Luego la guardo y al instante volvió por ella, mientras sus manitos la sujetaban decía: rojo. Ahora ocasionalmente lo hace con otros colores y diversas fichas y objetos los identifica o los clasifica señalando el color.


Otro día quería consumir su refrigerio, era un pasabocas de queso con bocadillo que al parecer le gusta mucho. Todos los niños se estaban alistando para el consumo de los alimentos, pero Matías estaba afanado por comer, agarró uno de los pasabocas y como vienen en un empaque de plástico se lo llevo a una maestra, al ver que no se lo destapaban, tomo la mano de la maestra y la llevo a ella hasta el puesto de él, se sentó y poniendo el pasabocas sobre la mesa dijo: ¡por favor! De ahí en adelante empezamos a darle lugar a esta palabra en él, y cada vez que solicita que se le destapen y dispongan los alimentos, esperamos a que lo diga. Él parece entender que la espera que realiza la maestra se acaba cuando él enuncia el por favor.  Atender la contingencia parece ser también una forma de darle lugar a su intento de entrar en conversación, como si en el silencio que genera la sorpresa ahora él estuviera poniendo palabras. 


Mientras tanto, aun espero que vuelva a decirme profe. 






Comentarios

  1. Me encanta cada una de las historias!!! El tema de Inclusión social como profe, cómo compañero, compañera, cuidador y padre o madre, es complejo llevarlo a la práctica, pero tienes el don que se necesita, y es descubrir el mundo de él, con él!!! Siempre he pensando que la magia está en dónde siempre te dejes sorprender!!! Aún nos falta camino por recorrer, políticas públicas que aterrizar al contexto de las niñas, niños y adolescentes, voluntad e interés político!! Sin embargo como mamá, reconozco tu gran labor y agradezco en nombre de tus alumnos la labor que realizas!!

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  2. La docencia más que un proceso de enseñanza atraviesa muchas ramas como la psicología la sociología y esa empatía para entender y descubrir mejores formas de transmitir y desarrollar sociedad, espero las experiencias mantenga ese registro como evidencia futura de conocimiento para que muchos niños que atraviesan situaciones difíciles sean guiados con docentes con más herramientas. Saludos.

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  3. No soy profesora soy mamá, y encontre tan significativo esto que dices, vi a mi hijo en cada palabra.

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