Accidiente
A lo lejos sonaba una escondida e insistente voz que gritaba “profeeeee” y en un lugar donde lo masivo -a veces- parece insistir en borrar lo singular, podía reconocer aquel llamado, no tanto por la voz sino más bien, por la forma tan única que tiene Alejandro de llamarme gritando.
El grito estaba encerrado en uno de los baños. Desde afuera le pregunté si estaba bien y de forma silenciosa fue abriendo lentamente la puerta. Se veía apenado y cuando intentó hablar la angustia como una expresión que se apoderaba de su rostro parecía detenerlo. No insistió en hablar, me miró con sus ojos llenos de angustia y me señaló con sus manos la parte mojada de su pantalón. Se veía preocupado y aunque sus labios se apretaban, se mordían, se estiraban o se escondían no salía de él ninguna palabra.
Alejandro es un niño muy inteligente y autónomo. Las prácticas rutinarias las realiza de forma independiente, de hecho prefiere siempre hacerlo sin ayuda porque dice que ya está grande. Le agrada hacer construcciones complejas, constantemente propone juegos más organizados y elaborados, le gusta planear en su mente lo que va a construir o a lo que quiere jugar, es observador y con frecuencia suele decir que está analizando cosas. Como el día en que se quedó sentado en la posición del pensador griego y cuando me acerqué a él me dijo: profe, estoy analizando cómo hacen las palomas para volar. Incluso también me analiza a mi, un día me preguntó si estaba estresada (en realidad estaba enredada con el observador, las listas y otros formatos), me causó curiosidad y le pregunté por qué lo decía y es entonces cuando asume su posición de pensador y llevándose una mano a la barbilla me dice: porque cuando estás estresada te rascas el cuello. Ni yo sabía eso de mí.
Conocía su independencia y autonomía por lo que se me hacía extraño lo que había sucedido en el baño. Me percaté que la angustia puesta en su rostro insistía en no dejarlo hablar, así que hablé por él. Le dije que podía estar tranquilo, que se había orinado en su ropa y le pregunté si me quería contar cómo pasó. Si bien seguía un poco preocupado, parecía que ayudarle a mencionar aquello que para él era inmencionable le permitió contar con detalles lo que le había sucedido. Empezó diciendo que no había sido su culpa, que él estaba en el baño pero que se enredó con la ropa y la tapa del inodoro y que luego ya no había podido aguantar más. Se veía un poco apenado y preocupado y seguía insistiendo en que no había sido su culpa.
Fui al salón por ropa para que pudiera cambiarse y una vez se la entregué se encerró tímidamente en el baño. Con la pena escapándose por la voz me contó que él tenía muchas ganas de hacer pis y que cuando se dio cuenta que la tapa del inodoro estaba abajo no se aguantó y se orinó en la ropa. Sospeché que me hablaba para que lo siguiera acompañando del otro lado de la puerta. Me quedé allí y le mencioné que esas cosas pasan y no es culpa de nadie. Que eso que le paso, se llama un accidente y le explique un poco acerca de ello. Quedo tranquilo con esto y mientras se cambiaba repetía una y otra vez “si, un accidente, porque yo no tuve la culpa”.
Yo seguía del otro lado de la puerta y empecé a escuchar que la palabra accidente parecía estar buscándose un lugar en él. Empezó a narrarme cosas relacionadas con los accidentes, me decía que los accidentes les pasaban a todas las personas y también a los niños grandes. Me contó que un día se había caído en su casa y que eso había sido un accidente porque se raspo la rodilla, me dijo además, que lo bueno de los accidentes es que no vuelven a pasar en el mismo lado porque él se ha vuelto a caer y se ha golpeado en las manos pero que nunca más se ha golpeado en ese mismo lado de la rodilla, que incluso un día se pegó al ladito, pero no en el mismo lado, que cuando se pega al ladito es otro accidente. Narraba esto de una manera en la que parecía estar hablándose a sí mismo.
Extendió esta palabra a las situaciones que conocía hasta que hizo una breve pausa y luego me contó que su tío le había dicho que un día se le iban a caer los dientes para que le salieran unos nuevos, hizo una pausa en su narración, salió del baño y luego mirándome a los ojos como habitado por un pensamiento me dijo: “sabes profe, entonces cuando se me caigan los dientes eso se llama un acci-diente”. Nos reímos los dos. En el transcurso del recorrido hasta el salón mencionaba como para el solo: “acci-diente” y se reía solo también. Él que suele hablar duro esta vez decía suave la palabra, la decía como para él mismo y al escucharse le causaba gracia.
Alejandro es un niño que insiste en ser él mismo, en hacer juegos diferentes, en construir cosas distintas, en planear, en pensar, en llamarme gritando como acontecido por algo que descubrió o que inventó. Un efecto de su insistencia en ser él mismo en medio de lo masiva que pueda llegar a ser la escuela es crear un juego de palabras para sentirse mejor en una situación que lo llenaba de angustia. Ese mismo día durante el recreo se cayó y se golpeó con el piso, no lloró, solo se acercó y se quedó sentado a mi lado. Le pregunté qué había sucedido y recogiendo sus hombros y extendiendo sus manos me dijo de forma relajada: un accidente. Siguió allí sentado tranquilo y luego empezó a reírse solo y dijo: “un acci-diente eso sí que es gracioso” y salió corriendo a jugar.
Hola Jensi, este es un relato conmovedor; lleno de imágenes contundentes al momento de leerlo. Cuán necesario se hace para los niños encontrar un sentido a las situaciones para procesarlo y avanzar. 🫶
ResponderBorrar❤️
ResponderBorrarUn maravilloso relato, que nos muestra pequeñas cosas que significan mucho en la vida de estos seres maravillosos que los adultos hacen a un lado o simplemente buscan con que entretener para que no los molesten.
ResponderBorrarEste tipo de historias, anécdotas hacen que el ser docente valga la pena.
Amo mi profesion, la escogeria mil veces mas, pues aunque repitas lecciones a diario es el unico empleo donde entras a un mundo totalmente diferente al tuyo y te encuentras con seres maravillosos como lo son los chicos 😍😍😍😍😍
Cuando dices que el niño te llama gritando, tambien me pasa, y no puede ir otra persona tiene que ser su maestra
ResponderBorrar