Los bordes del cuerpo
La clase había terminado y, si bien la escuela es un lugar de tiempos diversos en donde cada niño y niña produce una temporalidad singular que emerge como efecto del encuentro con el aprendizaje, también están las rutinas para producir temporalidades colectivas.
En la clase habíamos trabajado con témperas por lo que había dedos, manos, brazos o incluso rostros llenos de pintura. En un acto de autonomía cada niño y niña que iba terminando su actividad se dirigía al baño para lavarse y regresar a consumir su refrigerio. Juliana fue una de las primeras en salir a lavarse las manos y aunque suele ser meticulosa y tomarse su propio tiempo para la realización de sus cosas, su tardanza me generaba cierta extrañeza. Mientras los demás estaban consumiendo el refrigerio, me acerqué al baño para averiguar qué sucedía con ella. Fue entonces, cuando la ví de pie frente al lavamanos concentradísima en frotar uno de sus brazos. Me acerqué para preguntarle si había sucedido algo y ella, con un poco de desesperación me estira el brazo para mostrarme que aún tiene pintura. Es un punto azul que no supera en tamaño a una de sus propias uñas, sin embargo, no es el tamaño lo que parece inquietarla a ella. Observó que pone sobre la pintura una cantidad desproporcionada de jabón y cuando le digo que ya es suficiente, hace una pausa y mirándome con sus ojos al borde de las lágrimas me dice: “Es que debajo de esta pintura queda mi piel, pero no puedo verla, yo sé que queda mi piel porque antes de la pintura mi piel estaba completa y ahora me falta un poquito de piel”.
El encuentro de la piel con pintura, plastilina, telas, objetos, elementos o incluso otros cuerpos se presenta como necesario para encontrarse una frontera, para delimitar el propio cuerpo. Cada vez que los niños y las niñas esparcen algo sobre su piel es intencional y aunque pueda verse como una manera de ensuciarse, es más bien una conquista. Como el momento en el que uno de los dedos de Juliana después de sumergirse en la pintura se tropieza con su cara y, en ella el tiempo parece detenerse, en sus ojos abiertos de asombro puede verse el instante en el que está presta a sentir. Luego, dirige la mano entera a su rostro como para comprobar que aquello que sintió fue algo que sucedió en ella y acontecida por lo que acaba de pasar empieza lenta y concentradamente a hacer puntitos de pintura en su propio brazo, sorprendida por lo va sintiendo con cada punto, hasta conquistar triunfante una parte de su cuerpo. Sé que la ha conquistado porque luego, le muestra a la compañera que tiene al lado sus puntos de pintura y le narra fascinada cómo lo hizo.
Así también, he visto la manera en que algunos niños se sientan apretando su silla contra la mesa, como un intento por delimitarse y a la vez sentirse contenidos. O incluso, cuando juegan a abrazar a sus compañeros, a lanzarse cosas del uno al otro haciendo una espera en cada lanzamiento como acomodando el objeto en las manos. Los he visto pisando plastilina y poniéndosela secretamente entre los dedos de los pies. Sé que han logrado la conquista cuando observó que pasan de ponerse cosas en la piel a inscribir, trazar o dibujar -si se quiere- los contornos de su propio cuerpo, especialmente de sus manos. Les fascina pasar los colores, marcadores, crayones y tizas por los bordes de su mano y luego levantarla y mirar un dibujo de sí mismo, inclusive en el tránsito de llevar su cuerpo al mundo simbólico, le muestran a los demás el trazo, enunciando que ese dibujo son sus manos.
Aquello que parece una insistencia en ensuciarse es un descubrimiento de sí mismo, una invención, una conquista. Cuando un objeto como algo ajeno se pone sobre la piel, se les presenta como una frontera que marca y delimita los bordes de su propio cuerpo. Algunas veces puede verse, como cuando juegan con cobijas, logran ver el límite entre ellos y el objeto, pero en algunas ocasiones los bordes no son tan visibles, como en el caso de la pintura, esa frontera entre la pintura y la piel no se ve, solo puede sentirse y es sintiendo el cuerpo como cada quien puede nombrarlo y habitarlo. Es necesario que esto suceda, que cada niño y niña pueda crear una temporalidad para descubrir su propio cuerpo porque en la escuela es el cuerpo el lugar donde acontecen todos los aprendizajes.
Les encanta lavarse las manos y demorarse en el baño 😃 me encanta esta historia...tengo algunas niñas como Juliana...profe "me voy a lavar las manos" tan pronto terminar de usar la tempera
ResponderBorrarQue hermoso relato, me sitúa en esa singularidad de cada quien y srn esa subjetividad que entra en juego y me regala un espacio para re-pensarme en mi propia vivencias. Gracias :)
ResponderBorrarEl contacto de la pintura con la piel crea posibilidades de sentir, descubrir, crear y experimentar.
ResponderBorrarMe gusta como describes lo que expresan los niños y las niñas.
La lectura me permite imaginar cada detalle, pienso en las sensaciones y las interacciones que fueron tejidas en esta experiencia.
Cuando te leo me imagino a mis estudiantes, igualitos!!!
ResponderBorrarAdoran jugar con el agua.
ResponderBorrarQue relato tan lindo
ResponderBorrarEsas ocurrencias de los niños
ResponderBorrarGracias por hacernos imaginar ese mundo fantástico de los niños
ResponderBorrarEs muy tierno como nos acercas al mundo de los niños
ResponderBorrar🥰
ResponderBorrarMe encanto!!!
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