La pluralidad del tiempo
Sentadas en el piso, una al lado de la otra, cada quien observando algo distinto, Isabella y yo parecíamos estar forjando otro tiempo, uno que nos situaba en las márgenes del movido y ruidoso tiempo del recreo. Mientras mi atención se desplazaba de un juego a otro, la de Isabella estaba absorta en las plantas del pequeño jardín que estaba enfrente de nosotras. De pronto, Isabella se gira lentamente hacía mi y cuando mi atención está puesta sobre ella, aunque su rostro está frente al mío sus ojos están sumergidos en un pensamiento. Luego, me dice: “profe, ¿por qué si las plantas son verdes y casi todo es verde en las plantas, entonces por qué sólo las flores son de otro color?”
Me quedé un poco sorprendida por la pregunta y mientras pensaba qué decir, Isabella me miraba confiada, segura de que yo que llevaba más tiempo en este planeta y además era profesora sabía más cosas del mundo. Sus ojos puestos en mi rostro parecían esperar una respuesta. Pero nada que yo pudiera decirle se acercaba a lo elaborada y compleja que había sido su pregunta. Y fue entonces, cuando se me ocurrió decirle: No lo sé, pero podemos averiguarlo.
Isabella es una estudiante de cuatro años que tiene una manera muy singular de conocer el mundo y habitarlo. No es tan frecuente que enuncié las preguntas que elabora, pero si suele narrar con detalles las explicaciones a las que llega. Es muy observadora y trata de explicar la causa de aquello que observa o ve como efecto. Como un día en que un niño gritó repentinamente mientras hacía una tarea y ella pausó su tarea para quedarse detenida observándolo, al rato me busca y me dice: ¡ah! ya sé que pasó. A él se le cayó un color al suelo y como le hace falta para pintar entonces gritó y como Sebastián se lo recogió ya no gritó más. Así mismo le ha encontrado orden y explicación a los objetos y disposiciones que hay en el salón y en el colegio. Cuando no logra encontrar una explicación por sí misma interroga de forma insistente hasta dar con una respuesta que la haga sentir satisfecha.
También le fascina describir lo que siente y lo que piensa. Es muy precisa en sus narraciones, frente a alguna situación que le acontece se detalla en narrar qué sentía en cada momento y así mismo se cuestiona y pregunta cuando no sabe cómo se llama algo que siente, a estos momentos ella misma les dice: “se me revolvieron las emociones” y su pregunta empieza por ahí, diciendo -por ejemplo- que primero estaba feliz, pero que luego algo la hizo sorprenderse, luego se sintió confundida pero que después se le revolvieron las emociones y que ahora no sabe cómo se llama la emoción que siente. Le encanta narrar con precisión lo que siente y ocasionalmente habla muy despacio intentando encontrar las palabras precisas. Un día llegó al colegio y en cuanto me vió me dijo: “me siento enferma, pero osea, no es que solo ahorita me sienta enferma, es que me siento enferma desde antes solo que todavía me siento así y no se me quita. Siento que mi cuerpo no se siente bien y siento que me toca pensar mucho en mi barriga y entonces siento que no puedo estudiar.” Cuando le pregunté si prefería que llamara a su familia para que la llevaran a casa o al médico me dijo: “no, solo me siento enferma y no puedo estudiar, pero si quiero estar en el colegio. Si me llevan a mi casa me toca estar enferma y además estar aburrida.”
Hay algo del lenguaje y de su precisión que parece interesarle, bien sea para entender o explicar algo o para describir exactamente lo que le sucede. Se detiene en el significado de las palabras y pregunta constantemente cuando no entiende algo de una frase o de un enunciado. De hecho, su familia me comentó que en casa los corrige constantemente, haciendo énfasis en la lógica y el significado de las frases, como un dia en que su mamá mencionó que el dinero crecía en los árboles y que Isabella se acerco a ella y le dijo: no mamá, tienes que saber que eso que dijiste esta mal, el dinero no crece en los árboles, lo que crece en los árboles son frutas, así se llaman: frutas. Pero dinero no. Es como si las palabras la convocaran para detenerse a pensar en la lógica de lo que puedan significar.
Le gusta todo lo relacionado con California, nunca ha ido, pero habla de ese lugar como si lo conociera, dice que le gusta mucho y que lo ve en un programa de televisión. De hecho un día me dijo que cuando se aprendiera todas las palabras en español, después se iba a aprender todas las palabras en inglés, porque a veces le pasa que no entiende las palabras cuando las dicen en inglés.
Es muy rigurosa con el lenguaje y lo demuestra en todo, incluso cuando quiere narrar algo que le sucedió y no encuentra la precisión que ella busca. Como el día en que enmedio del descanso me cuenta que se golpeó, no me muestra la herida, solo me dice que se lastimó en el dedo gordo, al lado de la uña y aclara, pero no a los dos lados, solo a un lado de la uña y luego, levanta una mano y me pregunta: ¿profe esta mano como se llama?, le respondo que es la mano derecha y precisa: entonces, me pegué en el dedo gordo al lado derecho de donde queda la uña. Habla muy seria y se toma su tiempo al hacerlo, por lo que le dispongo de mi tiempo y me tomo en serio cada cosa que dice.
Su deseo de saber no suele dar espera, interroga de forma insistente hasta que consiga una explicación con la que se sienta satisfecha. Es por eso, que el día en que me presentó su elaborada pregunta por el color de las flores, le sugerí que podíamos ver un video que nos explicara. Busqué un video en youtube y lo miramos juntas, el video se apoyaba de imágenes para la explicación y la primera vez, lo vió completo mientras yo sostenía el celular. Me comentó que quería verlo nuevamente y me pidió que le prestara el celular. Observe que pausaba el video cada tanto que cambiaban las imágenes y cada pausa terminaba cuando decía “aahh”. Cuando finalizó el video, me entregó el celular y me dijo: “gracias profe, ya se porqué”. y salió corriendo.
Al momento la vi trayendo a sus amigas y mostrándoles las plantas. A lo lejos la escuchaba hablar de la clorofila de las hojas y de los pigmentos de los pétalos. Así como también escuchaba a las otras niñas decir: “¡ah! ¿y por eso son tan lindas?” “¿Las plantas pueden decir el color que quieren para las flores? entre otras preguntas que se hacían alrededor de esto mientras deslizaban delicadamente sus dedos por entre las plantas, prestando atención a las palabras de Isabella con toda la sensibilidad de su cuerpo.
Hay una cierta pluralidad en el devenir del tiempo que se vive en la escuela. Un encuentro intergeneracional en donde Isabella me hace preguntas del mundo -tal vez- no necesariamente porque sea su maestra y ella asuma que lo sé todo, sino porque soy adulta y posiblemente esto le da una cierta certeza al creer que por adulta sé más del mundo, en tanto llevó más tiempo en él. Como si yo por ser adulta fuera una representante del pasado y si, tal vez como una persona adulta puedo elegir serlo o no, pero como maestra indudablemente lo soy, de hecho la escuela no podría enseñar en la ausencia de pasado. Es el pasado lo que -tal vez- da sentido y lugar a la escuela para los niños y las niñas como nuevos ciudadanos del mundo, un poco como le sucedió a Isabella: elaborando una pregunta en su presente, poniéndola en diálogo con su maestra (una representante del pasado) y comenzando -acompañada- una búsqueda sobre aquello que le genera curiosidad, acercándose a un conocimiento científico que la humanidad forjó hace muchos años (en el pasado) y con esa información, en las márgenes del tiempo del recreo, encontrar -para ella misma- una explicación que luego de satisfacerla le permita sumar más personas al comienzo de este saber.
Me conmovió tanto este relato, gracias
ResponderBorrarQue niña tan peculiar. Es una narración muy linda. Gracias por compartir
ResponderBorrarGenial como presentas el pasado haciendolo presente
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