La sorpresa del sentido

 La escuela parece tener un sentido diferente para quienes se relacionan con ella, entre docentes, niños y niñas,  familias, directivos y vecinos emerge desde cada lugar particular una intención, un imaginario o un significado diferente sobre lo que la escuela es, lo que hace o para lo que sirve. Como si todos la viviéramos de una manera diferente. Así también le aconteció a Viviana. 

Viviana es una estudiante de licenciatura en educación infantil que realiza sus prácticas pedagógicas un día a la semana participando en el espacio de mis clases de educación física. Tiene un entusiasmo que la impulsa a planear, diseñar y hasta inventar actividades novedosas para que los niños y niñas se sientan felices. Está muy comprometida con la educación infantil y como ha sido asignada a mi espacio la escucho constantemente hacer reflexiones sobre el movimiento, el cuerpo y las emociones de los niños y las niñas. 


En una oportunidad diseñó una actividad relacionada con las texturas, disponiendo sobre el espacio, figuras de pies y manos con diversos materiales (suaves, ásperos, duros, blandos, etc). Poco a poco fuimos agregando otros elementos hasta construir un circuito en el que en cada estación había un objeto que provocaba una sensación. Había algodón, tapas de plástico, telas, jabón, agua y orbeez unas bolitas de gel que crecen al ponerse en contacto con el agua. Los niños y niñas recorrían el circuito en tiempos muy diferentes para cada estación, algunos intentaban prolongar -lo más que pudieran- su paso por el algodón, las orbeez y el jabón. Mientras que en las estaciones duras y ásperas pasaban apresuradamente, como en la cesta que contenía las tapas plásticas, con suavidad introducían sus pies pero una vez adentro los sacaban rápidamente.

 

Todos querían volver a pasar una y otra vez por el circuito, algunos transitando todo el recorrido para llegar a la estación que experimentaban más agradable y estaban también, los que buscaban la manera de ir directo al algodón o las orbeez. Hacían varios gestos al pasar como con las orbeez, las veían y querían meterse apresuradamente en ellas (se veía suavecito y gelatinoso) pero una vez se adentraba con confianza un pie se retiraba  rapidísimo al sentir que estaba frío, que era algo mojado, sacudían todo su cuerpo y a sabiendas del frío iban introduciendo lentamente sus pies. 


En el recorrido iban poniendo palabras, de forma casi rítmica. En las texturas poco agradables decían con rapidez: duro, tieso, frío, áspero con los ojos muy abiertos. Mientras que en las texturas que les agradaban cerraban los ojos y la palabra parecía salir al ritmo del placer que experimentaban, diciendo por ejemplo, suuuaaave mientras mecían ligeramente su cuerpo, blaandiiitooo mientras parecían derretirse por poco. En algunas oportunidades no sabían exactamente qué sensación les producía la textura así que introducían un mmmm mientras llegaba una palabra, como sucedió con el jabón, se detenían a sentir y luego decían cosas como suave, pero mojado, pero también liso y también frío. Como poniendo en palabras lo que acontecía en su cuerpo. Es bellisimo observar esto porque no se les indicó que dijeran lo que sentían, lo hacían genuinamente, como si  del encuentro de la piel con las texturas brotaran las palabras. 


Algunos guardaron pedacitos de objetos para atesorarlos en sus bolsillos, pisaban el algodón y las orbeez y antes de retirar los pies, se agachaban para agarrar un pedacito y meterlo cuidadosamente en el bolsillo. No lo utilizaban para jugar, solo lo guardaban y a cada rato pasaban su mano sobre el bolsillo asegurándose de que el objeto permanecía con ellos. Como si quisieran atesorar aquello que los hizo sentir bien para volver allí cuando se le haga necesario.


La clase terminó y en el momento del recreo los niños estaban contándole a otros lo que habían hecho y sacaban de los bolsillos las pequeñas bolitas de gel y los pedacitos de algodón, pero no las entregaban, las mostraban y las volvían a guardar. 


Posterior a la clase, en un espacio aparte, conversamos con Viviana acerca de las reacciones de los niños, de aquellas cositas que sucedieron silenciosamente y así, ella me contó lo que observó y las interpretaciones que dió a lo observado, como los niños que cerraban los ojos mientras se permiten sentir la textura, los que mantenían sus ojos demasiado abiertos con la mirada puesta en el objeto pisado o, aquellos que esperaban la mano o la compañía de las maestras (ella o yo) para pasar por ciertas texturas. Viviana estaba emocionada describiendo los signos de felicidad que vió en los niños y niñas y la manera en que disfrutaron la actividad. Invito a Viviana a que converse con ellos, que les haga preguntas sobre lo que experimentaron en la clase y que pueda ella explorar en las narraciones de los niños los efectos de su propia planeación. 


Cada uno de los niños y niñas manifestó que la clase le había gustado mucho, algunos ponían sus gustos en texturas muy específicas como el algodón, las orbeez o el jabón. Mientras que otros ubicaban su gusto en situaciones que si bien acontecieron en la clase no habían sido del todo planeadas porque se daban por obvias, como quienes dijeron que lo que más les gustó fue quitarse los zapatos, que las profesoras les dieran la mano, que les regalaran las orbeez o, como dijo Ángel que la clase hubiera sido para las manos y los pies. 


Pero las sorpresas suelen llegar así, sin avisar, y puede uno escandalizarse y cerrarles la puerta, o alojarlas y hacer de ellas una oportunidad para el descubrimiento o la reflexión. 


Ocurrió en cada uno de ellos, que al pasearse por el recuerdo de las sensaciones que experimentaron en la clase, empezaron a emerger otras narraciones. Como un niño que dijo que su papá se sentía como las tapas (sin dar explicaciones) y su mamá se sentía como las orbeez agregando: suavecita y un poquito fría. Una niña mencionó que a ella le había gustado más que todo los algodones porque eran suavecitos, pero que a la parte izquierda de su cuerpo le gustaron más las tapas, mientras que a la parte derecha de su cuerpo le gustaron más las orbeez (ella padece de hemiplejia en la parte izquierda de su cuerpo y tiene cicatrices de quemaduras graves debido a un accidente ocurrido hace un tiempo a causa de dicha condición), la niña notó que las profes estábamos escribiendo y nos interrogó con su mirada, le mencione que todo lo que ella nos decía era muy importante para nosotras y por eso lo escribíamos, fue entonces cuando nos empezó a narrar la historia de su accidente, una historia ficcionada que ubicaba como si hubiera acontecido hace unos pocos días, nos narraba detalladamente cómo se quemo y cómo la mitad de su cuerpo estaba dañado. Lo decía de forma espontánea, relajada, sin sobresaltos ni  lágrimas, lo decía confiada en que escuchábamos su historia. Nos contó esto repetidas veces, narraba su accidente (como ella entendía lo que le pasó), hablaba de la clase y volvía a darle vuelta a la historia de su accidente, agregando o quitando elementos en su narración. Tiene muy claro que dentro del cuerpo tiene tendones, huesos, carne, sangre y en sus narraciones señalaba que ese cuerpo lleno de tendones era el que tenía en su parte izquierda, mientras que en la derecha se situaba un cuerpo suavecito como los algodones. Luego mencionó que las orbeez se sentían como estar en el mar.  


En algunas oportunidades parecía como si no entendieran las preguntas sobre la clase y hablaban de otras cosas que les había pasado en su vida, saltando de tema en tema demasiado rápido. Pero ese salto parece ser un intento de construir sentido, como cuando le preguntamos a un niño cuál había sido su parte favorita y dijo que lo que más le gustaba era jugar con Sebastián. Luego mencionó que cuando metía los pies en las orbeez o en los algodones los pies se le desaparecían un poquito, sonrió, y agregó: me gusta jugar a las escondidas con Sebastián, porque Sebastián siempre va a buscarme.


En el hablar como un voto de confianza en el otro  y en la escucha como un acto de cariño y cuidado también sucede la vida. Los niños y niñas narraron cada uno sin parar, decían cosas que al parecer emergían de la relación entre lo que sintieron (con las texturas) y lo que han vivido, los acontecimientos que los han marcado. Aunque sin un orden aparente en la narración, en ese hablar fueron dando un sentido a aquello que les pasa y que no entienden. 


Hablaron de la muerte, de sus miedos, de sus padres, de sus historias, decían cosas como: mi papá me abandonó, mi abuelito se murió, mis papás se separaron,  un día mi papá se puso loco y nos tocó estar escondidas con mi mamá en la habitación y ponerle candado a la puerta. También interrogaban situaciones con lógica y profundidad, como un niño que nos contó acerca del día en que él lloró, dijo:  fue el día que me orine en la cama, yo no sabía que orinarse dormido en la cama era malo hasta que Laura me regañó porque yo había mojado la cama y entonces yo lloré y se me mojo la cara. Fue insistente en relacionar esta historia con lo mojado de las orbeez. 


También escuchamos decir que vivir es estar vivo y tener una casa, mientras que morir es como ir en un bus y un día desmayarse y ya no despertarse más, pero que lo más lindo es querer, porque querer es cuando una persona te quiere mucho y entonces tú también quieres a esa persona. Como si las clases fueran una invitación para pasearse por la memoria y tejer -como cada niño y niña pueda- una historia nueva y propia.


Ante varias narraciones impactantes Viviana me lanzó miradas, algunas veces de impresión, otras de tristeza y otras como preguntando si debíamos decirles algo. La sorpresa desata un primer instante de incertidumbre, pero darse un momento para escuchar lo que dicen y tratar de entender nos permitió a las dos descubrir que no siempre es necesario dar explicaciones de adultos (respuestas prefabricadas sobre lo que se debe hacer o sentir), ellos han venido elaborando sus propias explicaciones sobre lo que les pasa y escuchar esas elaboraciones es fascinante. En un trabajo que fácilmente puede ser rutinario y repetitivo permitir la sorpresa (así no la entendamos aún) es elegir no aburrirse. Es como una especie de dialéctica de la experiencia, en donde generar actividades novedosas produce efectos de sentido en la vida de los niños y las niñas  y estos efectos llegan a nosotros (profes) como la ficha que siempre nos va a hacer falta en la elaboración del sentido de la educación inicial.








Comentarios

  1. Wouu leer como los niños cuentan sus historias, sin ese incesante cuestionario de la escuela me sorprende
    Gracias profe, desde la escuelita rural te leemos.

    ResponderBorrar
  2. Los martes temprano antes de iniciar las clases, busco la nueva publicación. Ya que lo que ocurre en su aula, aquí lo ponemos en práctica. Excelente blog. ✌️

    ResponderBorrar
  3. Me sorprendí con la historia de la niña que cuenta la división en su cuerpo y el reconocimiento que hace de sus partes y como las Divine, el lado bueno el lado dañado. Intentaré la actividad en clase.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Es lindo recrear cada momento vivido por los niños en medio de su actividad (muy didáctica por cierto) y toca las fibras del corazón al sentir cada relato de los niños

      Borrar
  4. En tus relatos me suele ocurrir que me veo reflejado.
    Me agrada mucho leerte, cuando sacas un libro?

    ResponderBorrar
  5. Logras a través de tus escritos imágenes muy profundas de como sucede el universo de los niños.

    ResponderBorrar
  6. Me encanta esa forma en que nos acercas a las emociones de los niños y las niñas

    ResponderBorrar
  7. Me estremecio la historia de la niña que siente que su cuerpo está dividido y el niño que se mojó la cara. Muy lindo

    ResponderBorrar
  8. Me sentí tan identificada en algunas escenas que describes. Gracias. Fue como una vuelta a mi pasado.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Historias de verdad

Los niños de nadie

Secretos