Pataditas del corazón


Es el movimiento un indicador, un indicio de que algo está sucediendo, de que algo está pasando, cambiando o aconteciendo si se quiere. Pero para que todo eso tenga lugar se requiere siempre de un otro que haga las veces de observador. La educación inicial cuenta con los profesores como observadores incesantes. 


Samuel disfruta la clase de Educación Física. Correr, saltar y atravesar obstáculos es de sus actividades favoritas. He leído en sus movimientos la seguridad y confianza que tiene de sí mismo cada vez que se encuentra frente a un reto, suele detenerse, observar y luego intentar varias maneras hasta lograrlo. He visto el gesto de felicidad que expresa cada vez que logra superar un obstáculo. Lo he visto -entre otras cosas- porque se le hace necesario celebrar ese alcance con alguien, que un otro lo miré mientras lo hace y que le devuelva en la sonrisa la confirmación de su éxito. Me he dado cuenta de su creatividad cada vez que busca complejizar los retos (por su cuenta) para crear nuevas formas de atravesarlos y la manera en que suele hacer de la clase una narración, como cuando en los retos de equilibrio suele decir que el piso es de lava y va creando historias que narran sus movimientos. Suele ser un superhéroe con poderes que atraviesa diversos escenarios, aunque también le he escuchado decir que es un gatito que se pasea y mientras hace el recorrido va diciendo miau. 


Así mismo, también he leído enojo, frustración y desesperación cada vez que hace rabietas. Desde que se enteró que su mamá estaba embarazada empezó a comportarse un poco diferente, observé un cambio en sus movimientos. Antes, en las situaciones de conflicto por los juguetes solía llegar a arreglos hablando, proponía que un ratito uno tendría el juguete y al rato el otro, o incluso se dedicaba a buscar con su profesora la opción de conseguir otro juguete parecido. Expresaba constantemente que le gustaba tener amigos y a menudo contaba historias de cosas que había hecho con sus amigos del colegio. Pero después de enterarse que su mamá estaba embarazada y que él tendría una hermana empezó a mostrarse poco dispuesto a los demás. No quería prestar, ni compartir los juguetes, lloraba o gritaba haciendo pataleta cuando alguien no le daba algo que él quería. En los juegos colectivos se resistía a aceptar las propuestas de los otros niños y como no jugaban a lo que él quería sucedía una rabieta. 


Tanto su maestra como su familia le hablaban acerca de los hermanos, leían cuentos, hacían juegos de roles, los niños y niñas que tenían hermanos narraban historias con ellos. Y aunque Samuel poco a poco iba mencionando cosas que escuchaba, como decir espontáneamente que los hermanos mayores son los superhéroes de las hermanas menores, su cuerpo dejaba ver como signos de su malestar ese enojo expresado en rabietas cada vez que él no se sentía el único. Sin embargo, estas palabras sí iban generando efectos en él, solo que no de manera inmediata. Como si decirse a sí mismo esto que escuchaba sobre los hermanos fuera una manera de ir poniendo esas palabras en su propio cuerpo. Hazaña que requiere siempre un tiempo singular. 


Un día subimos al espacio donde se desarrollan las clases de educación física, en tanto entraron los niños y niñas empezaron a correr por todo el lugar. Suelo esperarlos mientras lo hacen, leo esto como la emoción de tener vía libre para moverse. Cuando los llamé para iniciar la clase, Samuel me pidió que lo dejara correr otro poquito más. Todos se unieron y siguieron corriendo desordenadamente por todo el lugar, corrían mientras iban riendo, y en esa misma velocidad iban creando juegos, de hecho decían ahora como zombies y corrían con los brazos estirados. Esto duró alrededor de 10 minutos y en ese tiempo todos se movieron sin parar. Se fueron acercando hacía donde yo estaba, cuando llegó Samuel dijo: gracias profe, es que me gusta mucho correr.  Luego se sentó a mi lado, tomó mi mano llevándola hacía su pecho y me dijo: profe, pon tu mano aquí para que sientas mi corazón. Me preguntó si lo sentía pero no me dió espacio de contestarle. Absorto en la asociación que se elaboraba en él expresa con emoción de un hallazgo: ¡ah! ¡Ya sé! es que me está dando pataditas el corazón



Comentarios

  1. Precioso ❤️ Como todos los relatos que subes. ❤️

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  2. Leer el movimiento de los niños, me gusta eso.

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  3. awww los sentimientos de los niños

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  4. El movimiento es unos de los tantos lenguaje para reflejar emociones, para dar oportunidad a expresar lo que se siente y se vive.
    Que bello es detenerse para escuchar el palpitar del corazón de un niño y ser testigo con el de semejante descubrimiento.
    Muchas gracias por compartir tu relato Pataditas del corazón.

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