El movimiento de las palabras

Era el momento del recreo, niños y niñas corriendo, saltando, cantando, jugando y en medio de aquel desparpajo cotidiano, Dana va sorteando las vicisitudes del caos para llegar corriendo al lugar en que yo estaba. Allí, de pie frente a mí con su respiración agitada y sus labios ansiosos por dejar salir la intención que impulsó aquella carrera, toma aire y me dice: “profe es que yo quiero dibujar, quiero dibujar a Arón porque todavía no he dibujado en el libro de él”. 

 

Así como Dana muchos niños y niñas me han buscado en diversos momentos y espacios para dibujar, bien sea durante el recreo, al finalizar las clases de educación física, después del almuerzo o, cuando me ven con la cajita que guarda todos los dibujos. 


A lo largo del año han venido elaborando dibujos y narraciones que han posibilitado el acercamiento al reconocimiento de sí mismos y de los otros, desde su propia voz, explorando diversas formas de ponerle sonido y hacerles lugar a sus percepciones, ideas, gustos, intereses, miedos, experiencias y todas aquellas narrativas que van construyendo su identidad y sus maneras de relacionarse con los otros. 

 

Sin embargo, debo hacer una confesión:  este no fue el propósito inicial de la experiencia y, de hecho, tampoco estaba planeado para sostenerse como un proyecto. Buscaba que los niños reconocieran a sus compañeros y pudieran expresar sus percepciones sobre ellos, por un niño en particular, un niño con diagnóstico de autismo que se me presentaba como silencioso, no verbalizaba sus palabras y evitaba mirar a los otros. Buscaba situar otras voces y miradas que me permitieran conocer y aprender más sobre él, distanciándolo un poco del diagnóstico, aunque sin desconocerlo. 


Así, esto que inició como una actividad empezó a recorrer caminos insospechados, senderos que surgían del encuentro de los niños con el dibujo, con los otros y consigo mismos. El día que propuse la actividad, Camila dibujó a Nahara e inmediatamente después de terminar su descripción sobre ella me solicitó otra hoja porque ahora quería dibujar a su amiga Valery y luego a Karol y luego a Matías. No fue a la única a quien le pasó esto, todos querían dibujar a sus amigos, no podían seleccionar nada más uno. Esto y aunado al hecho de que en las descripciones que hacían de sus amigos narraban un poco de ellos mismos y las formas en qué se relacionaban, les propuse hacer un libro para cada uno. En ese momento Nahara con sus ojos iluminados por una idea dijo: “y si… y sí le hago un dibujo a mi libro para que todos sepan que ese libro es mío”. Ese “y si…”fue la invitación a trazar esos nuevos caminos. 

 

La construcción de los libros ha venido sucediendo a lo largo del año por que requiere un deseo genuino por ser construidos, que los niños quieran dibujar a alguno de sus amigos y que este interés sea libre y espontáneo. Por supuesto, muchas veces dispongo las hojas y los colores o dejo en un lugar visible la caja que guarda los libros para que esto detone el deseo o funcione como una invitación.


Esas hojas de papel que entrelazadas una a una de manera rudimentaria se van convirtiendo en páginas cargadas de significado al alojar sus dibujos y narrativas. Cada inscripción que se registra allí le va dando nombre propio, va tomando forma y se va haciendo libro y como libro es una creación, una historia, un objeto con carga simbólica y afectiva para cada niño y niña. Para mí, un encuentro con la sorpresa, una forma de aprender de cada uno de ellos desde ellos mismos. 

 

Este libro se compone de una portada en la que se aprecia el nombre de su dueño y el dibujo que ha elaborado representándose a sí mismo. La primera página contiene una descripción, una narración que hace cada niño y niña de sí mismo. Este reconocimiento de sí mismo se explora a partir de la pregunta provocadora: ¿Cómo eres tú? Y a partir de allí se crea cierta atmósfera de misterio, hay un poco de silencio mientras los ojos se mueven como buscando en el recuerdo algún recurso para definirse, luego, risitas breves, sonidos, gestos y luego, una miradita de complicidad en la que empiezan a describir, cómo son. Algunos se describen físicamente, se definen con adjetivos y una vez instalados en la palabra empiezan a narrar un poco de sí mismos como aquello que les gusta, las amistades o las experiencias que han tenido. Les comparto algunas de sus propias descripciones: 


Tengo pelo liso. Soy linda. Me gusta jugar y peinarme. Tengo tres amigas.”

“Soy muy lindo. Soy agradable y feliz. Siempre estoy jugando con mis amigos.”

“Tengo el cabello largo. Soy bonita. Mi hermana dice que crezco mucho. Antes tenía un perrito que se me murió. Me gusta jugar y ver muñequitos.”

“Soy bonito. Me gusta venir al colegio. Un día me caí en el parque. Antes era bebé y ahora estoy grande pero mi tía dice que me falta crecer más.”


Las siguientes páginas alojan los dibujos y narraciones que han elaborado los otros sobre el dueño del libro. Para ello, los niños eligen a quien quieren dibujar, ellos recuerdan muy bien a quien han dibujado y a quien no, y una vez hecha la elección que sucede de distintas formas, a veces por afinidad (porque son muy cercanos), a veces de forma azarosa (porque estaba viendo en rededor y un niño pasó cerca), otras veces porque extrañan a algún compañero que no fue a estudiar, otras porque los mismos niños les piden ser dibujados y otras veces por que recuerdan que no han dibujado a alguien. Es siempre una elección de ellos, aunque me ha pasado que algunas veces me preguntan a quién quiero que dibujen, sin embargo, cuando sugiero un nombre, ha sucedido que días después me piden hojas para dibujarlo otra vez, porque no recuerdan haberlo hecho. 


Una vez han decidido a quien dibujar acontecen algunas situaciones. Una es que cuando el niño no está presente recurren al recuerdo, otra en que hacen miraditas de soslayo, en las que observan a quien van a dibujar, pero de reojo, a lo lejos y, otra situación es en la que se acercan o llaman al niño que van a dibujar y lo observan todo el tiempo hasta terminado el dibujo, como capturando en cada trazo detalles de la singularidad del otro. 

Una vez elaborada la representación se acercan a mí, y en ese momento observo el dibujo, los felicito y les pregunto: ¿Cómo es (nombre del niño que han dibujado)? Y aquí suceden diversos acontecimientos. 


Muchas veces buscan con la mirada al niño dibujado y lo describen desde sus características físicas y como si esto fuera una puerta que abre y conecta ideas y recuerdos empiezan a describir lo que han observado de él (como aquello que le gusta hacer), la manera en que se relacionan (si son amigos, si juegan juntos) o, alguna experiencia que hayan vivido juntos (recuerdos). 

Estas descripciones permiten merodear el misterio de los recuerdos, de cómo cada niño ha quedado capturado en la memoria de los otros y cómo esto que es un recuerdo (un hecho del pasado) va tocando el presente acariciándolo día a día para ir definiendo la identidad propia desde el lugar de los otros. Estas formas en que van siendo percibidos por los otros van permitiéndoles construirse un yo, un cuerpo separado de los demás que se hace propio cuando es visto y narrado por los otros. Si, todo esto acontece también en la cotidianidad del colegio. 

Les comparto algunas de las percepciones sobre sus compañeros: 


“Diego es pequeño. Sabe abrazar. Tiene un lindo corazón.”

“Thiana es bonita. Hace tareas lindas. Tiene amigas. Y sabe jugar todos los juegos que a mí me gustan.”

“Alizón es hermosa. Se come todo. A veces jugamos a las bebés o a las hijas. Nos amamos. Y todos los días somos amigas.”

“Guadalupe es linda. Ella juega a todos los juegos que a mí me gustan.”

“Dominick tiene cabello con bolas. Tiene piernas grandes y brazos fuertes que permiten lanzarse. Y todo su cuerpo tiene huesos resistentes. Y sus ojos lindos le ayudan a mirar bien. Cuando está en el colegio Dominick se siente nervioso, se siente feliz, se siente enojado, se siente compartir, se siente amar a las personas y se siente jugar conmigo.”


Para describir a los otros claramente lo hacen en relación con ellos mismos y de hecho ponen un poco de ellos en esa percepción, de esta manera con las personas más cercanas se crean vínculos que van ayudándoles a construir su identidad. 

 

En el momento en que los niños están pensando o recordando a sus compañeros para enunciar algo sobre ellos, acontece a su vez, algo que llamé el movimiento de las palabras. Hay momentos en los que empiezan a describir diciendo “Ella es así…” y luego hacen movimientos que describen a sus compañeros, como gestos, o señalar alguna parte del cuerpo o imitar algo de los otros, lo hacen repetidas veces hasta que poco a poco van encontrándole palabras a esos movimientos y luego van diciendo ella es bonita, es alta, le gusta hacer esto o aquello. Pero antes de la palabra hay siempre un movimiento, como si la imagen del otro ahora instalada en su cuerpo se moviera, aleteara insistente dentro de ellos hasta que llegan las palabras. 


Las palabras son siempre prestadas, son las que el lenguaje permite y son además las que escuchan en su cotidianidad, así, hay niños que tienen un amplio repertorio de palabras para describir y hay quienes no lo tienen tanto. Aquí, se sitúa la escuela como un lugar para todos, un espacio abierto (al saber, la cultura, la singularidad) que dispone en su cotidianidad las palabras de las que poco a poco los niños van encontrando y dándoles significados. 


Recuerdan a aquel niño que me inspiró la actividad inicial para saber un poco más acerca de él. Pues he venido descubriendo que para este niño que antes parecía silencioso, los otros niños han hecho narraciones más amplias, como extendiendo su voz acerca de él. Dibujan y describen lo que observan y la forma en qué se relacionan con él, pese a que él parecía no relacionarse mucho con ellos. De hecho, me llenó de ternura encontrarme con dibujos en los que ponen los objetos que él suele tener siempre en sus manos, como también encontrar en las narraciones sus avances desde la mirada de los otros, sus pares. En el transcurso del año ha empezado a hablar, sonidos que poco a poco se han vuelto palabras, y también ha ido deslizando lentamente su mirada hacía los demás, se ha permitido entrar en relación con ellos, eso sí, desde su manera singular de ser. Le comparto las voces que lo envuelven en la cotidianidad escolar: 


“A Mathías le gusta irse para el parque a jugar. También dibuja osos. Yo escuché que un día dijo: Mathías. Y ese es su nombre.”

“A él le gusta jugar a destruir castillos que no son resistentes. Le gusta jugar mucho, muchísimo. Su juego favorito es el de tirar cosas.”

“Mathías es bonito y grande. Él es feliz. Es que le encanta jugar porque es amistoso. Le gusta ir al parque y ya aprendió que no siempre puede ir al parque. Y también aprendió a hacer la fila. Y también aprendió a hablar. Y también es agradable y bonito.”

“Mathías es flaquito. Él es cariñoso. Él también hace torres. A él le gusta ir al parque porque su juego favorito es el tobogán. Él juega y también hace tareas de matemáticas. Tiene su propia cartuchera. Antes no era cariñoso y ahora si es harto cariñoso.”







Comentarios

  1. Súper, este relato del movimiento de las palabras. La importancia de las imágenes de los niños y su expresión oral. Genial Jensi🙂

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  2. Me gustaría hacer algo así. Es una experiencia bonita

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    1. ¡Animate! Se encuentran sorpresas interesantes.

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  3. Tomar el tiempo de escuchar a los niños y las niñas frente a la necesidad de querer expresar con dibujos, como se perciben así mismo, y como perciben a los demás, es un acto de sensibilidad que aporta a la generación de ambientes enriquecidos, donde se propicia la oralidad, la creatividad, el afecto y el reconocimiento de si mismo y del otro. Muchas gracias por compartir tu experiencia, me enseña sobre la participación, la expresión y lo importante de escuchar a los niños en el momento preciso.

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    1. Sandy, gracias por prestar tus ojos y tu voz para este encuentro. ❤️

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  4. Me quiero copiar de esta actividad. Gracias

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